Creo que ha quedado más que patente mi tesis inicial: a Voltaire no se le puede mirar desde un solo punto de vista, porque todo lo que tiene que ver con él tiene por lo menos dos lecturas. Es tremendamente ambiguo en todos los aspectos. Eso era lo que pretendía demostrar y plasmar y creo que lo he conseguido.
A Voltaire, le encanta ponerse máscaras. Él se creía dramaturgo e incluso actor, porque él mismo representaba personajes de sus obras. Y ese afán por el teatro lo extrapoló a su vida. Nunca fue François Marie; ese chico joven y vivaz lo escondió tras la máscara del camaleónico, controvertido, libertino y ambiguo Voltaire. Creó su propio personaje y por ello quizás no quería que supiesen nada de su vida.
Quizás sólo fue François Marie con los más allegados y con el resto, fue Voltaire, el de la lengua de látigo. O quizás nunca fue François Marie o François Marie y Voltaire son el mismo.

Lo que está claro es que representó todos los papeles de la vida, defendió el blanco y acto seguido el negro, y nadie era capaz de determinar cuál era su posición real.
Sus opiniones eran desordenadas, nunca creó un sistema para nada, y es comprensible, él nunca fue ordenado, ni en su vida, ni en sus escritos, ni en sus poemas ni en sus opiniones...

Creo que por todo ello merece la pena pararse a leer sus biografías, sus obras y ser testigo de primera mano de todas estas ambigüedades.

Lo mejor de Voltaire quizás sea esa gran cantidad de anécdotas curiosas y simpáticas que rodearon su vida. Esa habilidad para no quedarse callado y entrar en disputas como la del caballero de Rohan o la disputa con Gibbon. Expliquemos esta última:

Al parecer, Voltaire escribió un panfleto, de esos que le gustaban tanto, mofándose del aspecto físico de Gibbon (historiador inglés). Gibbon, que mantenía correspondencia con el francés, ofendido por la crítica deja de escribirse con él y decide ir a verle cara a cara y pedirle explicaciones. Voltaire se entera de que Gibbon va a ir a verle y se encierra en su habitación dejando orden a Madame Denis de que no va a salir porque está enfermo.
Gibbon decide marcharse, pero vuelve un par de veces más y recibe la misma contestación que la primera vez. Así, sospecha que Voltaire tiene algo que esconder y decide quedarse agazapado por los jardines de “Las Delicias”, donde suele pasear cada día el francés. Así escondido, ve pasear a Voltaire y queda espantado de su aspecto: le quedaban cuatro dientes, la cara la tenía carcomida de la viruela que sufrió de joven, estaba extremadamente delgado y calvo, era una sátira de sí mismo.
Gibbon dijo esto:
-"¡Adiós Voltaire, esta vez te he visto y no eres más hermoso que yo!".
Voltaire furioso regresó al castillo, fue a la Biblioteca y llamó a su secretario, el fiel Wagnière, que nunca le abandonó y le dijo:
-"Corre tras el inglés y dale 12 sueldos por haber visto una bestia!".
Y así lo hizo. Al recibir aquel dinero, Gibbon contestó:
-"Es justo. Aquí tenéis 24 sueldos. Decidle a vuestro señor que he pagado por dos bestias y que volveré mañana".
Al saber la respuesta, Voltaire exclamó:
-"Este diablo de inglés es más bribón que yo. Capaz le creo de pegarme un tiro. Más vale hacer las paces. Mañana le invito a pasar el día conmigo".

¿Qué hizo Gibbon? aceptar la invitación de Voltaire. A partir de ahí se hicieron buenos amigos, otra vez, y Gibbon visitó “Las Delicias” en muchas ocasiones.

Historias como esa nos plantean la cuestión de que posiblemente no hablase de su vida ni de su pasado porque tenía mucho que callar, y así les quitaría armas arrojadizas a sus enemigos. Pero también nos deja claro que su filosofía de vida era: si no puedes con tu enemigo, alíate a él.

Otro ejemplo de cómo se defiende de los ataques y de su maestría para cambiar el sentido de sus palabras, es la siguiente anécdota:

Llega Casanova a Ginebra y se encuentra con el físico Haller, que le pregunta qué hace por allí; dice Casanova:

- Vengo a ver al señor Voltaire.

Haller, le contestó:

- Pues ya verá usted , este hombre es un curioso efecto de óptica: es un hombre tanto más grande cuando más de lejos se le ve.

Entonces Casanova fue, le recibió Voltaire y le dijo:

- Vengo de ver al señor Haller.

Y Voltaire empezó a contarle maravillas de Haller:

- ...Un gran físico, un hombre inteligentísimo, uno de los sabios más importantes que hay en este momento en Europa.

Entonces Casanova le dijo:

- ¡Ah!, pues mire: él no tiene tan buena opinión de usted.

Y Voltaire le dijo inmediatamente:

- Puede que los dos nos equivoquemos

Otro plano totalmente diferente e igualmente contradictorio que no podemos dejar de señalar. Es el tema de su salud. Fue persona enfermiza y aparentemente débil físicamente, pero murió siendo muy mayor, tenía ochenta y tres años. Hay una leyenda entorno a su muerte que cuenta que él sabía que iba a morirse, en ese momento e hizo llamar a su criado fiel, Morand, y cogiéndole la mano le dijo “soy hombre muerto”. Dicen que en ese momento cerró los ojos, pero al poco los volvió a abrir, respiró tres veces y espiró definitivamente; era el 30 de mayo del año 1778.
En torno a su salud, hay muchas incógnitas y dudas; parece que quedaba inconsciente de repente y se recuperaba como si nada hubiese pasado; también se dice que cada 24 de agosto, por sistema le daban fiebres y se ponía malísimo, así lo atestigua su médico el señor Tronchin. También atestiguó los episodios de ansiedad que sufría muchas noches, porque creía que lo vigilaban los franceses y entre lloros y furia, decía que no querían que lo apresaran otra vez y lo llevaran a la Bastilla.

Vamos, que todos los planos tienen un tinte de incógnita, de misterio, de no saber qué creer. Es todo confuso y a la vez atrayente. Así es Voltaire.

CONCLUSIÓN