La confianza en el poder de la investigación intelectual provocó en el siglo XVIII un auge de la prosa teórica. Encabezados por los empiritas ingleses John Locke y David Hume, los pensadores europeos hicieron de la filosofía una disciplina y de su escritura una literatura aparte que enfatizaba la especialización del vocabulario y la claridad del estilo en tratados, diálogos, discursos y ensayos. En Francia, el creciente interés por la conceptualización del poder y de la vida del hombre en sociedad dio lugar al estudio de las instituciones y a la búsqueda de la libertad, la igualdad y la tolerancia entre los seres humanos. Filósofos como Voltaire, Montesquieu y Rousseau representaron los ideales de la modernidad, mientras que Diderot y d'Alembert sintetizaron en la Enciclopedia el optimismo intelectual de la época. El pensamiento de la Ilustración desembocaría en la colosal obra del alemán Immanuel Kant, quien redefinió la filosofía y su propósito y concibió nuevas estructuras para la escritura de las ideas. En cuanto a la prosa de ficción, en el siglo XVIII se desarrollaron la novela de aventuras, la narrativa sentimental y el relato epistolar y se perfiló el modelo del héroe moderno. Las obras de Goethe en Alemania, de Defoe, Sterne y Walpole en Inglaterra, y de Rousseau en Francia lideraron una importante revolución estilística y conceptual. Mientras que madame de La Fayette y madame de Sevigné escribieron obras pioneras de la prosa psicológica, la novela picaresca dio sabrosos frutos tardíos como la Historia de Gil Blas de Santillana de Le Sage. La observación refinada de los sentimientos y pasiones humanas brilló en la Historia de Manon Lescaut del abate Prévost, y la epopeya Robinson Crusoe de Defoe influyó de manera decisiva en los objetivos de la literatura europea.

 

     
EL SIGLO DE LAS LUCES

A fines del siglo XVIII, se dio en Europa un régimen monárquico de gobierno que concedía al rey de turno poderes absolutos sobre el pueblo y frente a las leyes. Se suponía que el monarca debía regir una nación que no estaba capacitada para tomar decisiones por sí misma. La intención de estos soberanos, no necesariamente crueles o injustos, era la de acercarse a las ideas racionalistas que habían dado marco a la Ilustración. De ahí el nombre de 'déspotas ilustrados'. Cabe destacar entre ellos a Federico el Grande de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria, Carlos III de España, Leopoldo de la Toscana, José I el Reformador de Portugal y Gustavo III de Suecia. Las consecuencias más inmediatas de sus mandatos fueron la centralización de la administración y una serie de reformas fiscales y económicas tendentes a favorecer la productividad. También se dedicaron grandes presupuestos a obras públicas con el objeto de modernizar las ciudades y se promovieron especialmente la cultura y la enseñanza popular. Paradójicamente, fueron los déspotas ilustrados quienes, al ofrecer educación y otras herramientas al pueblo, sembraron la semilla de las revoluciones que acabarían con ellos.


Epístolas y sentimientos

El interés por la vida sentimental y el análisis moral encontró su expresión más lograda a mediados del siglo XVIII en la novela epistolar. El inglés Samuel Richardson, autor de la célebre apología de la virtud femenina Pamela, aparece a mediados de esa centuria como el máximo maestro de este género dedicado a las mujeres, que constituían entonces el grueso del público lector. En contraste con su moralismo sentimental, Henry Fielding recuperaría la picaresca narrativa para la prosa inglesa con Tom Jones, y en 1760 Laurence Sterne llevaría el análisis psicológico al grado del delirio en la pionera historia biográfica Tristram Shandy. Ni uno ni otro, sin embargo, llegaron a alcanzar el éxito de Richardson. Inspirándose en sus obras, el filósofo francés Jean Jacques Rousseau adoptó también en 1760 el género epistolar para difundir sus ideas ilustradas en La nueva Eloísa, uno de los máximos monumentos novelísticos a la poesía del sentimiento y la naturaleza.


Literatura Francesa (II)

El humanismo del siglo XVI, seguidor del neoplatonismo y el petrarquismo, se mezcló en Francia con las transformaciones decisivas que operaron la Reforma protestante y la sensibilidad barroca. Los cosmopolitas escritores galos supieron también integrar en sus obras el legado medieval, como en el caso de Rabelais. El idioma francés fue desplazando al latín cuando se lo empezó a utilizar para la comunicación de ideas, adquiriendo el nivel de las lenguas clásicas gracias a los miembros de La Pléyade y a los llamados Grandes retóricos. La prosa vivió un importante proceso de experimentación y evolución, presenciando, por ejemplo, el nacimiento del género ensayístico, inventado por Michel de Montaigne. En cuanto al tono, hubo una inclinación hacia la sátira, a la vez que se daba una intensificación de la seriedad del papel del poeta, concebido como sabio inspirado por el conocimiento del mundo. La creciente consciencia del idioma vernáculo en el siglo XVI traería en el XVII un gran refinamiento en la expresión. La cultura de los salones contribuyó a crear un lector sofisticado, interesado en los problemas literarios y culturales de su entorno. Siguiendo los modelos de Italia y España, floreció la literatura pastoril, al tiempo que se cultivó el estilo epistolar y otras subcategorías. El teatro clásico francés se definió con las obras de Corneille, Racine y Molière y subrayó el interés en el personaje, circunstancia que abonó el terreno para la novela. Formada en 1634, la Académie Française, ocupada en la estandarización de la lengua, jugó un papel muy importante en el desarrollo literario posterior. El clima intelectual generado desde el renacimiento permitiría en el siglo XVIII una acusada evolución del pensamiento filosófico, político y social, con clásicos como Voltaire, Montesquieu y Rousseau. En los escenarios, se exploraron las posibilidades literarias de las distintas clases sociales, como lo testimonia la obra de Marivaux. La novela se desarrolló asimismo con fuerza, con aportes como los del abate Prévost, Choderlos de Laclos y el marqués de Sade. La literatura en francés del siglo XVIII se cerró con los extraordinarios textos de Rousseau, entre ellos la obra Reveries du promeneur solitaire, un anticipo cabal del romanticismo.

Filosofía y pensamiento político de la Ilustración

El XVIII fue el siglo de los filósofos. Convencidos de la posibilidad de un progreso guiado por la razón, los pensadores europeos hicieron de su ocupación una disciplina; se sistematizó el cuestionamiento filosófico y se creó un vocabulario especializado utilizado en diálogos, tratados, discursos y ensayos que se concentraban en la claridad de la exposición. Nacieron las ciencias de la ética y la estética, desglosadas de la metafísica, y surgió el interés por la historia de la filosofía. La aparición de revistas y sociedades científicas creó un ambiente propicio para el cultivo del saber. Los avances de Isaac Newton comprobaron que era posible abstraer y comprender las leyes de la naturaleza y generaron en el hombre de siglo XVIII una sólida confianza en la autoridad de la razón. Entusiasmados por el poder del pensamiento, los filósofos se dedicaron a estudiarlo; el método racional y experimental, victorioso en el estudio de la naturaleza, había de ser aplicado a este nuevo sujeto. Apartándose de las teorías de Leibniz y Descartes, que enfatizaban las ideas innatas, el empirismo inglés se concentró en estudiar la composición de los contenidos mentales del hombre, el nacimiento de las ideas y la adquisición de la experiencia, encontrando así criterios de verdad no vislumbrados hasta entonces. El empirismo fue impulsado por John Locke, George Berkeley y el escéptico David Hume. En la observación de la naturaleza como maestra y fuente de valores, fueron engendradas las ciencias sociales. Florecieron el pensamiento político y la teorización sobre la vida del hombre en sociedad, dando lugar al estudio de las instituciones y a la reflexión sobre el poder y su propósito. Esto desembocó en la conceptualización y búsqueda de la libertad, la igualdad y la tolerancia entre los seres humanos, principalmente en Francia, con filósofos como Voltaire, Montesquieu y Rousseau. La sistematización del conocimiento, el optimismo acerca de su poder y el afán clasificatorio de la Ilustración encontraron también en el país galo su mayor exponente, en la Enciclopedia de Diderot y d'Alembert. La nueva filosofía nacida en estos tiempos desembocaría en la obra del alemán Immanuel Kant, quien en sus textos Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio sintetizó racionalismo y empirismo, redefiniendo la filosofía y su propósito, concibiendo de una manera innovadora el método filosófico como método crítico, y creando estructuras adecuadas para su escritura.

Luis XIV de Francia, nacido en 1638, muerto en 1715 y llamado el Gran Rey, Luis el Grande y el Rey Sol, llegó al poder siendo aún un niño y se mantuvo en el trono durante setenta y dos años. Fue el paradigma del monarca absolutista, atribuyéndosele la famosa frase: "El bien del estado es la gloria del rey", o en su versión más popular: "El estado soy yo", que definiría perfectamente su forma de entender y atender los asuntos de gobierno. Entre sus primeras medidas, se contó una muy significativa en el mismo sentido, la de disminuir las potestades de la aristocracia, los parlamentos, el clero y el Alto Consejo.

Sólo permitió en su entorno a unos pocos pero importantes colaboradores, como los ministros Le Tellier, Colbert, Lionne y Louvois, ninguno de ellos de origen noble, pero tan leales a su figura como capaces. El político y economista Jean-Baptiste Colbert destacó singularmente entre sus segundos. Tesorero de la Corona, sus gestiones permitieron un cierta bonanza económica, con elevados índices de producción y exportación para la época, al igual que un mayor rigor en la recaudación impositiva. A partir de 1682, Luis XIV fijó su residencia en el palacio de Versalles, en las afueras de París. Junto a él se instalaron alrededor de diez mil súbditos. Este grandioso enclave se convirtió inmediatamente en el modelo ideal de la arquitectura palaciega europea, así como en el paradigma de la vida cortesana del siglo XVIII.

CONTEXTO LITERARIO Y FILOSOFICO
EL DESPOTISMO ILUSTRADO
La Francia de Luis XIV